BIOGRAFÍA

En 1882 el farmacéutico alemán Iser Wiler (modificado a Twiler por error al inscribirse en su arribo al país), llega y se establece en Buenos Aires, donde se emplea en farmacias hasta que logra abrir la propia en 1885. Ese año se casa con América Masciulli, madre de Brenda y fallecida debido a complicaciones en el parto.

Brenda Twiler nació en Buenos Aires en 1887.

Iser dedicó todos sus esfuerzos en pos de la felicidad y educación de Brenda, que durante su niñez y adolescencia estudió en costosos Institutos privados, aprendió dos idiomas (inglés y alemán), practicó tenis y fue una apasionada lectora, en especial de la obra de M. Maeterlink, a quien, años después, tendría la posibilidad de conocer en Alemania.

En la Universidad de Buenos Aires cursó la carrera de Ciencias Médicas especializándose en la Botánica médica y Farmacéutica, dónde fue condecorada como mejor alumna y obtuvo una Beca en la Universidad de Jena, Alemania en 1911.

Allí se codeó con eminencias de la época. Entre otros estudios quedó especialmente fascinada con la Historia Medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales que sirven de medicinas, Nicolás Monardes, s/d, 1574, a la que dedicó su investigación de grado.

Como se sabe, la marca que deja este trabajo en su carrera es definitiva.

Da una serie de charlas con gran repercusión en Alemania y Países Bajos, dejando una extraordinaria impresión por la profundidad de sus conocimientos, por la transversalidad entre las ciencias con las que puede relacionarlos y por su juventud.

Hasta que regresa a Argentina en 1916 con la clara decisión de realizar algunas expediciones por el país, por Bolivia, Paraguay y Brasil, siguiendo la ruta de Ruiz y Pavón, quienes en el siglo XVI colectaban y clasificaban muestras para el catálogo de Monardes. Así va conformando un manuscrito con las correspondencias de las especies descritas por el sevillano y las de sus denominaciones y usos actuales.

Da clases y conferencias en Universidades argentinas y extranjeras provocando admiración tanto como cosechando calumnias por sus avances y teorías en cuanto a la botánica medicinal y su relación con los conocimientos con que las aplicaban los pueblos originarios. Su estilo cientificista y a la vez literario provocan a lo más conservador de la Academia a la vez que acercan a la ciencia al común de la gente, al punto que notas suyas se publican en medios populares, precursores de lo que sería la "divulgación científica".

Durante 1918 estudió a diferentes pueblos originarios de América y se interesó particularmente por sus culturas y desarrollos medicinales.

Presentó el proyecto de edición de su estudio sobre Monardes, aún inconcluso, en un par de editoriales científicas de BA que lo rechazan sistemáticamente. Como nada puede con su voluntad, decide pulir el manuscrito a la vez que lo va traduciendo al alemán.

A inicios de 1919, los hechos de la llamada Semana Trágica en Buenos Aires, impactan profundamente en Brenda Twiler y decide acelerar el proyecto de expedición al territorio Iroqués en Canadá.

Durante la expedición a la Iroquia, logró establecer un cierto nexo con sus investigaciones previas por regiones y culturas de Sudamérica. El diario que llevó durante esta expedición es, probablemente, el más críptico de su producción. Se ha discutido acerca de un quiebre en lo que algunos indulgentes puristas consideran su trayectoria académica hasta ese momento y otros oscilan en considerar como "influencias primitivistas" o experiencias místicas.

Lo cierto es que su viaje de regreso a la Argentina mutó de un largo y forzoso intervalo a un rico yacimiento productivo. Brenda logró cerrar, a bordo del Ivernia que la transportaba, la versión del libro tal como finalmente se publicaría en Alemania, pero además, los inconvenientes mecánicos en dicho barco, la condujeron a su inesperada y fugaz expedición por la cuenca del río Orinoco, de ésta produjo, años más tarde, una minuciosa reconstrucción que pensó publicar, aunque no existen evidencias de que se haya puesto a consideración de algún editor.

Booj ain ploisher of plantz, es publicado por Sheker Verlag en 1921, respetando el pedido de Brenda de sostener el título en la lengua natal de su padre (iddysch) y el agregado de una bajada con la traducción al alemán.

El libro conforma un hito que repercute en la prensa europea y lo ubica como material de consulta de las principales universidades. Paradójicamente, o como corolario de su amargo derrotero argentino, jamás será publicado en su tierra ni siquiera traducido al español.

Las cartas de académicos del viejo continente, los recortes de publicaciones especializadas y la recepción de los libros que le envía su editor fueron quizás los últimos momentos felices de Brenda con su padre. Iser Twiler, quien falleció en 1923.

Comienza un período oscuro en la vida de la Dra. Twiler. La primera decisión importante fue ceder las responsabilidades de la farmacia familiar a la dependiente, Ingrid Goodman, que era además, su más preciada amiga y ex compañera de estudios. Durante ese año y medio, Brenda encontró apoyo anímico en su fiel amiga Ingrid y en la inquebrantable correspondencia con su profesor en Jena, Mendel Schatz, quien fue artífice, además, de las clases magistrales que impartió la Dra. Twiler en las Universidades de Jena, Lovaina, Viena y Leiden durante 1925.

En 1926, Brenda recupera su potencial anímico y escribe artículos para revistas científicas belgas y alemanas, al tiempo que va trazando hipótesis acerca del elemento #73 del vademécum de plantas medicinales de Monardes, aquel que le había quedado sin identificar, como un puñal clavado en el corazón de su obra. Estas hipótesis derivan en el Plan de expedición a Catamarca, recuperando la ruta sur de los expedicionarios españoles del Virreinato, la que siguiera Joseph Dombey tras discrepancias con sus compañeros Ruiz y Pavón.

En noviembre de 1927 parte hacia Catamarca.

Los 17 días de la Expedición en busca del elemento #73 quedan registrados en un Diario, que junto a una Leyenda de la flor del Lirolay que atesoraba, fue lo único que se recuperó de ella. En marzo de 1928, cuando hacía ya tiempo que las fuerzas provinciales y federales habían abandonado la búsqueda de la Dra. Twiler y decretado su desaparición, un pastor encontró el diario a orillas de un pantano. Una vez identificado, las autoridades lo entregaron al Museo de Ciencias de San Fernando, donde aún se exhibe. La desaparición o presunta muerte nunca fueron esclarecidos.

Dada la ausencia de otros integrantes conocidos de la familia Twiler, Ingrid Goodman propuso al Dr. Schatz como Protector y Albacea de la obra de Brenda.

En 1932, en medio del caos socio económico de Alemania, el Dr. Mendel Schatz envía a su hijo menor, Moisés, a vivir a la Argentina. Entre unos pocos tesoros familiares incluye en su equipaje la parte de la obra original de Brenda que se encontraba en Jena, y le transfiere el poder de Protector y Albacea de la obra de la Dra. Twiler

En 1935, con los manuscritos que le envía su padre desde la convulsionada Europa, Moisés logra publicar la biografía Pasionaria: Vida y obra de la Dra. Brenda Twiler, hoy inhallable, y paradójicamente, primer libro en español que alude a la Dra. Twiler.

En 1948, con los rudimentarios medios de la época, la editorial Taique de Buenos Aires concreta la edición de los facsímiles del Diario de la última expedición de Brenda Twiler. Desde su lanzamiento, la editorial debe afrontar una ola de críticas desde diferentes ámbitos: el académico, acusándola de haber "perdido el rumbo de la sensatez y cordura científica" y desde la pacatería cultural, por considerar a la publicación cargada de morbo y a destiempo, dado que el hecho de la desaparición había caído ya en el olvido de la opinión pública.

A menos de un año de su lanzamiento, la editorial Taique retiró de circulación los ejemplares del Diario y, si bien no hay precisiones acerca de su destino final, se presume que fueron destruidos.

Desde 1988, Walter Binder, nieto de Moisés Schatz, es Protector y Albacea de la obra de la Dra.Twiler. Binder estudió el voluminoso material pero el mismo permaneció olvidado en una caja de seguridad hasta que, en 2008 , durante una visita a una muestra de su amiga, la artista plástica Irene Singer, una inesperada conexión se activó en su cerebro. Las pinturas de flores sobre hojas de un libro de bacteriología de su padre, que constituían la muestra de Singer, remitieron a Binder a unos pequeños textos que recordaba haber leído entre los escritos de la Dra. Twiler. De allí, a la confluencia entre ambas obras que Binder establece como editor, hay sólo un paso. Con lo que quizás sean sus escritos menos pensados, la editorial Calibroscopio de Buenos Aires publica el primer libro exitoso de Brenda Twiler en español: el Vademécum de la flora naturalis imaginaria.

A poco de cumplirse 100 años de la partida de la Dra. Twiler a su última expedición, la editorial canaria Diego Pun, publica el Diario tal como fue hallado, réplica de la pieza que se encuentra en el Museo de Ciencias de Catamarca, incluyendo el ejemplar de la Leyenda de la flor del Lirolay que Brenda cosiera en su interior.